La tarde arrancó con un repaso para el parcial que tenemos y terminó con una concha llena de leche.

Con la putita de mi compañera de facultad nos juntamos a estudiar en su casa y la cosa empezó con los dos llenos de apuntes sobre la mesa del comedor, y terminó con ella llena de mi leche tibia bien adentro de la concha. La zorrita está tan regalada que yo suponía que algo así iba a pasar pero, mala mía, me olvidé de llevar forros así que no me quedó otra más que garchármela así, sin globito, ni bien pintó la matraca de la tarde. Es que una yegua alzada así no se puede desaprovechar, sobre todo si está tan caliente como para pedir a los gritos que uno de la garche con todas sus fuerzas hasta dejarla exhausta.