Arriba gordita, a levantarse que es la hora de garchar y llenarse de leche la concha.

Me levanté con ganas de ponerla por la mañana y para mi sorpresa, la conchuda de mi jermu seguía durmiendo como un tronco. No esperé a que sonara el despertador que la empecé a zamarrear para todos lados para que la gordita putona se despertara de una buena vez para darme el polvo mañanero que estaba necesitando. Ni bien vi que abrió los ojos no pude resistir más las tremendas ganas de empomármela, y me tiré de palomita sobre mi gordita calentona que, como es su costumbre, lejos de oponer resistencia, ya tenía la concha bien mojada y lista para que le ensartara la pija hasta el fondo de esa cajeta.